Marcha del Silencio: hace 30 años, Bragado se movilizaba contra Von Wernich
“La primera marcha del silencio en el país la hicimos nosotros. Después se volvió a ver en el caso María Soledad Morales (joven asesinada en Catamarca, en 1990). Pero la primera vez que se vio algo así fue aquí en Bragado”. Así lo recordaba en 2009, en una entrevista brindada a Cablevisión, durante una emisión especial con motivo de los 30 años de la TV por cable a nivel local, el entonces intendente Aldo San Pedro.
El comentario acompañaba a las imágenes de la histórica movilización del sábado 26 de noviembre de 1988, en las que cerca de 5.000 personas -según el cálculo retrospectivo del jefe comunal- llegaron hasta la plaza frente a la estación del ferrocarril (se llamaba todavía Plaza Alsina) para reclamar la salida del cura Christian Von Wernich de la parroquia Santa Rosa de Lima, cuando habían pasado poco más de diez días de conocido su nombramiento.
Hasta Bragado habían llegado representantes de las Madres de Plaza de Mayo, además de reconocidos activistas de Derechos Humanos, y decenas de medios de comunicación de la Capital Federal. El país todo estaba a punto de ser testigo de una modalidad de protesta social desconocida hasta entonces, caracterizada por el más estruendoso de los silencios, como señal inequívoca de paz, pero a la vez de indignación.
La consigna original apenas fue comprensiblemente infringida por los cánticos prematuros de las Madres, aunque nada de aquello puso en riesgo el objetivo principal: llegar hasta la Plaza, en una congregación de dimensiones impensadas incluso para los cálculos del más optimistas de los organizadores.
La marcha fue desplegada por acción de los miembros del Concejo Deliberante, aunque anclada “en el profundo sentir de un pueblo entristecido” por la llegada del verdugo. “No sólo nos marcó a nosotros, dejó huellas en la comunidad”, recordaba el entonces intendente -hoy fallecido hace casi un año- en la mencionada emisión. La columna atravesó la calle Rivadavia hasta el punto de llegada. Una vez allí, San Pedro y el concejal del radicalismo, Gustavo Benalal, leyeron a dúo un documento en nombre de todo el cuerpo deliberativo.
“El Concejo Deliberante de Bragado, asumiendo la responsabilidad como intérprete del sentir mayoritario de la comunidad, ha solicitado y seguirá solicitando, el alejamiento de Von Wernich del distrito, como prenda de unión, paz y libertad. Lo hace embuido de los más profundos sentimientos humanos, alejados del revanchismo y la venganza (…) Porque somos hombres de trabajo, paz y libertad, queremos seguir viviendo igual que antes de la llegada de Von Wernich”, exclamaban algunos de sus pasajes más resonantes.
Los titulares de los diarios de alcance nacional resumieron en lenguaje denotativo la trascendencia de la jornada. “Marcha silenciosa y pacífica en Bragado” ó “Multitud en Bragado le dijo no al cura Von Wernich” fueron algunos de los ejemplos más contundentes. El diario Popular escribió, al día siguiente de la concentración, en su página sexta: “Unas 4.000 personas marcharon en silencio los dos kilómetros que separan al Concejo Deliberante de la estación de ferrocarril de la ciudad de Bragado, para exigir la expulsión del sacerdote”.
Mientras la multitud pasaba por el frente de la Parroquia Santa Rosa de Lima, Von Wernich comandaba una de sus primeras misas desde la toma de posesión de su cargo. A pocas cuadras de allí, el retirado sacerdote Lino Giacinti retomaba su labor, por insistencia de un grupo de padres, en la capilla del Barrio Fátima para dar a una treintena de niños su primera comunión.
Las familias estaban horrorizadas de sólo pensar que la imagen de Von Wernich pudiera acompañar a sus hijos por el resto de sus días. Entre la muchedumbre que desfilaba hacia las inmediaciones del ferrocarril, muchos pudieron distinguir a la madre de Cecilia Luján Idiart, la joven militante secuestrada durante la dictadura que, al igual que sus padres, había llegado a estar cara a cara con el siniestro personaje de la parroquia, camuflado detrás el ropaje de cura. Fueron 5.000 voces gritando un silencio ensordecedor, pidiendo en medio de la bronca y la indignación que su reclamo fuera escuchado. La respuesta llegó, recién, casi 20 años más tarde, con una condena ejemplificadora para el capellán que había arrastrado a la Iglesia Católica hacia un interminable río de sangre. Fue el epílogo de una larga historia de mentiras, terror y muerte.
Publicada en edición de ayer del semanario La Ciudad.
Foto: Archivo diario La Voz de Bragado.