El enviado del Diablo: hace 30 años Von Wernich era nombrado párroco de Bragado
La comunidad de Bragado apenas comenzaba a acostumbrarse a respirar el aire de la primavera democrática, cuando una decisión inesperada de la Diócesis de 9 de Julio despertó la indignación popular y revivió las peores pesadillas de los años de la dictadura: el 13 de noviembre de 1988, durante la misa en la Parroquia Santa Rosa de Lima, la ciudad recibió la noticia del nombramiento del sacerdote Christian Von Wernich, en reemplazo del padre Lino Giacinti.
Iniciaban así largos días de oscuridad y dolor, que alcanzarían su punto cumbre poco menos de quince días más tarde, con una histórica marcha del silencio, de la que formaron parte los organismos de Derechos Humanos más importantes del país, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El nombre del párroco y el de la ciudad de Bragado habían estado unidos alrededor de una historia que mucho tiempo después lo llevaría al banquillo de los acusados, en un juicio de lesa humanidad: se sabía de sus visitas a Cecilia Luján Idiart, una militante bragadense que estudiaba en La Plata, cuando fue secuestrada y detenida en la Brigada de Investigaciones de la Plata, durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.
En el proceso judicial que lo condenó en octubre de 2007, por su participación en 31 casos de tortura y 42 privaciones ilegales de la libertad en la dictadura, los testimonios señalaron que Von Wernich visitaba con frecuencia a la familia Idiart en los días en los que Cecilia estuvo ilegalmente detenida y hasta llegó a engañar a su madre con falsas promesas de que sería liberada. “Von Wernich pidió dinero a mi madre para sacar a Cecilia del país”, reveló su hermana Adriana en el juicio.
Gerardo Cabáil, ex presidente del Concejo Deliberante de Bragado, y primo hermano de Cecilia Idiart, declaró alguna vez que el párroco Von Wernich se había ganado de tal manera la confianza de sus tíos (los padres de Cecilia), que solían invitarlo a almorzar, cada vez que viajaba a Bragado, y él les prometía que la joven sería liberada. “Fue él (Von Wernich) quien contactó a mis tíos. Llegó a casa un día con noticias de Cecilia que eran ciertas. Dijo que estaba viva y que pronto podríamos visitarla. Nos dibujó otra realidad. Pedía cosas. Rápidamente se ganó el aprecio de mis tíos. Pero la verdad era que nos estaba sacando información. De Cecilia, de sus compañeros”, relató.
Cecilia Idiart fue secuestrada junto a su novio Carlos Girard, cuando estudiaba Agrimensura en La Plata. De acuerdo con el libro “Maldito tú eres”, de Hernán Brienza, una biografía de Von Wernich, Cecilia Idiart fue fusilada junto a otros compañeros militantes en un descampado de la localidad de Brandsen. Son estos detalles los que explican el rechazo que despertó el nombramiento de Von Wernich en la parroquia bragadense, casi dos décadas antes de su condena.
Algunos sectores, los más fieles a la iglesia, permanecieron indiferentes al hecho. Sin ir más lejos, Von Wernich había estado en Bragado ese mismo año, antes de tomar posesión de su puesto, el 17 de noviembre de 1988. Había participado, por ejemplo, de la Misa de las Fiestas Patronales, el 30 de agosto de aquel año, pocos meses antes de su designación.
Una crónica del diario La Voz de Bragado, que narró la ceremonia de asunción de Von Wernich recuerda que el cura llegó a la toma de posesión “en medio de una silbatina exterior y una tensa calma dentro del templo principal” de su nueva residencia. Una innumerable cantidad de pancartas con leyendas como “Cecilia Idiart, presente” y “Fuera de Bragado, cura torturador” acompañaron su estreno en la parroquia. Otros, en cambio, asistieron al acto “por respeto a la estructura de la Iglesia y en defensa de la investidura sacerdotal, sin hacer defensa de personas en particular”, según un joven relato que rescató La Voz de Bragado, el 18 de noviembre del ’88.
La decisión del obispo Alejo Gilligan, responsable de la Diócesis nuevejuliense, y, por lo tanto, del nombramiento de Von Wernich, nunca retrocedió sobre sus pasos. Ni siquiera cuando la multitudinaria marcha del silencio, que se produjo a los pocos días, le dijo a todo un país que el pueblo de Bragado no estaba dispuesto a compartir las calles con un criminal de lesa humanidad.
Versión original publicada en la edición de hoy del diario La Voz.